Había una vez un País donde la impunidad reinaba.
Donde los escándalos de corrupción era casi cotidianos.
Donde cambiaban los gobiernos, los reinados pero las mismas cosas eran denunciadas por unos y otros, o simultáneamente.
Un País donde las pobres eran engañados una y otra vez.
Algunas veces por lideres Mesiánicos, autoritarios y otras veces por señores de saco y corbata; de buen vocabulario, que anunciaban el fin de la pobreza y la impunidad.
Pero un dia ese pueblo dócil, acostumbrado a ser sumiso despertó de su sueño y reclamo justicia.
Clamo a su Dios
(Salmos 34.6)
Se tomo de la mano, amparo al desvalido y encarcelo corruptos.
Fue aquel día, casi inolvidable, en el cual abrazando a sus hijos recupero la sonrisa.
Volvió a sembrar la tierra.
Prospero y fue feliz
*El autor es evangelista de Misión Nueva Vida